La aprobación del megapaquete de estímulo económico para los países de la Unión Europa, luego de un intenso debate marcado por la ya tensa relación entre las naciones del norte y del sur, es un hito en la historia del mercado común. Se trata de la primera vez en la historia que la institución emite deuda en forma conjunta como mecanismo para relanzar la economía de los estados miembros.

En un comienzo planteado como un aporte extraordinario con fines específicos para el combate de la pandemia del COVID-19, finalmente se acordó como un esquema de ayuda distribuido proporcionalmente de acuerdo con las necesidades económicas de cada país, sin que se indique taxativamente el destino de los mismos. Esta última noticia se vivió como una derrota para un conjunto de naciones, encabezadas por los Países Bajos, que se oponían a solventar a frágiles economías altamente deficitarias como las de Italia y España.

Sin embargo, está por verse el modo en que la Unión como un todo y cada estado harán uso de este ingreso de dinero de cara a un desarrollo sostenible futuro. Un paso en falso y la dilapidación de los recursos podrían resentir aún más los vínculos al interno de Europa.