Una de las consecuencias indeseadas de los esfuerzos por mantener los niveles de actividad económica, que comprende tanto subsidios a empresas y familias como estímulos fiscales, ha sido una mayor fragilidad de las cuentas públicas. Déficits crecientes, financiados en mayor o menor medida con emisión monetaria o endeudamiento, han traído como resultado un aumento significativo de los niveles de inflación.

En la Eurozona, el objetivo anual del 2% de incremento en el nivel de precios ha sido ya superado ampliamente, y se estima que superará el 3% hacia fines del año. Pese a que el número pueda parecer bajo, no se veían estos valores desde el inicio del uso de las metas comunitarias de déficit fiscal e inflación para los países miembros.

El problema claro de esta tendencia alcista tiene que ver con la indexación de salarios y pensiones, que poseen componentes que ajustan según la variación del nivel de precios. Esto podría provocar un mayor incremento de la inflación en el futuro, iniciando un proceso que derive en problemas estructurales para la economía. La autoridad monetaria de la Unión Europea deberá hacer frente a este desafío con firmeza para prevenir este desenlace negativo.